Atesoraba una postal de la que enamorado había comprado diez años atrás.La imágen era la de una japonesita de mirada afable y benévola sonrisa.Laureano,enfatuado por la bondad que la linda asiática irradiaba,duplicó la estampa y la colgó a lo largo de la pared al frente de su cama...así sería lo primero que sus ojos mirarían al despertar en las mañanas.Al cumplir veinticinco años viajó por primera vez a la tierra que siempre le hizo vibrar de entusiasmo:El Japón.Paseaba por una galeria de arte donde una artista exhibía su colección de postales pintadas a mano.Una en particular pasmó el corazón de Laureano: la imágen tenía el rostro de él impreso.Fué entonces que la pintora , autora de aquella inconcebible casualidad apareció en el salón entre aplausos y cordiales saludos.La artista para maravilla del atribulado Laureano era exacta a la japonesita de la hermosa lámina que el había comprado cuando era un adolescente...Así,ellos dos al conocerse crearon una mágica postal que ya estaba grabada en el tiempo...y nunca más se separaron.
martes, 13 de octubre de 2009
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Hermoso Carlos....Uno de mis favoritos.
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