Al otro lado de aquel estrecho callejón al caer la indiferente y apática noche, un poste de famélica luz alumbraba un pordiosero. El hombre en desgracia tenía la piel rota por las penurias y el corazón esmirriado de tanta displicencia. Agonizando en un trono de miserias, y palpándo la vida cediendo el cuerpo rogaba a Dios el indulto de sus culpas. Interrumpiendo sus rezos y como una manifestación milagrosa ,un joven de porte acaudalado se detuvo ayudarle pero el hombre exhalaba sus ultimos suspiros.Supo así el infortunado, justo antes de morir, que quien vino a rescatarle era su OTRO, su PAR, el hombre que mientras dormía soñaba ser...
lunes, 16 de noviembre de 2009
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Intenso, pero realmente hermoso.
ResponderEliminarBuena y bonita historia
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